domingo, 24 de octubre de 2010

Actividad: “El cruce seguro”
Resumen
En el sistema de tránsito conviven peatones y conductores de vehículos de distinta índole, como camiones, colectivos, coches, motos, ciclomotores y bicicletas. Como peatón, respetar las normas de tránsito es la mejor manera de cuidarnos a nosotros mismos y a los demás, mejorando la convivencia en las calles.
Es muy importante que en el Nivel Inicial se trabaje con los niños la necesidad de respetar las normas de tránsito, como una manera de cuidar nuestra vida y la de los demás. En esta actividad, se presenta al semáforo y al semáforo peatonal como organizadores de la circulación, resguardo de la seguridad del peatón y los conductores.
Objetivos
• Reconocer la importancia de las normas de tránsito como organizadoras de la circulación vial.
• Conocer el significado de los colores del semáforo –y su ubicación– para una circulación segura. Conocer los riesgos a los que están expuestos los peatones ante el cruce incorrecto de calles.
Núcleos de Aprendizajes Prioritarios
• Conocimiento de hábitos y conductas relacionados con el cuidado de la seguridad personal y la de los otros.
• Iniciación en el conocimiento y respeto de las normas.


Descripción:


Primera etapa
Indague entre sus alumnos qué saben sobre el cruce de calles, si los dejan cruzar solos o si siempre lo hacen acompañados.
Según las respuestas que obtenga, haga hincapié en la importancia de cruzar siempre con un adulto y por la senda peatonal o esquina, mirando hacia los dos lados antes de hacerlo. Explíqueles que debemos cruzar siempre por las esquinas y que cruzar la calle a mitad de cuadra es peligroso, ya que los automovilistas pueden sorprenderse porque no esperan el cruce de un peatón allí.
Si realizan alguna salida educativa puede pedir a los niños que observen cómo se comportan las personas en la vía pública, cómo cruzan la calle y si reconocen algunas señales de tránsito.


Segunda etapa
Una vez que hayan trabajado acerca de la importancia de cruzar la calle junto a un adulto y por la esquina, introduzca el semáforo como indicador de cruce y organizador de la circulación vial.
Es muy importante que a través del trabajo con el significado de los colores del semáforo y del semáforo peatonal, los niños conozcan la ubicación de cada color. Esto se señala no sólo por los casos de daltonismo, sino porque, además, en algunos semáforos los colores son distintos: por ejemplo, en el semáforo peatonal la luz de avance puede ser de color verde o blanco.
Léales el cuento “El hombrecito del semáforo”. Luego, pídales a los niños que expliquen qué sucedió en el cuento, y de qué manera podría haberse evitado ese final.


Recurso:


            El hombrecito del semáforo
¿Vieron alguna vez a los hombrecitos del semáforo de peatones? Sí, esos que son rojos y verdes... Bueno, resulta que un día, Pedro iba a cruzar la calle, y uno de ellos...




Pedro estaba en la esquina muy atento mirando el semáforo para poder cruzar la calle, cuando de repente le pareció que el hombrecito rojo del semáforo le hacía un gesto.
“Me parece que comí muchas papas fritas y me cayeron mal”, pensó Pedro.
Miró otra vez, y se dio cuenta de que no tenía visiones, el hombrecito de arriba lo estaba llamando, y con el dedito diminuto le decía que se acercara.
“Debe andar mal el semáforo”, pensó Pedro, e intrigado se acercó para ver mejor. Entonces fue cuando el muñequito por fin le habló:
-Estoy muy aburrido, ¿no querés charlar un ratito?, dijo el muñequito.
Pedro abrió los ojos grandes como dos huevos...
“¡No lo puedo creer! ¡¡Me habla!! No, ya sé -pensó-, alguien me está haciendo una broma.” Miró para todos lados pero no había nadie por allí, solo él y el hombrecito rojo del semáforo.
-Dale, antes que venga el verde contame algo, Pedro –replicó el hombrecito rojo.
-¿Vos realmente me estás hablando a mí? –dijo Pedro.
-Sí. Ay, me voy, me voy, ¡chau, chau –y titiló hasta que desapareció.
Entonces se iluminó el otro, el verde, mientras gritaba a todos los peatones: –¡Vamos, vamos, pasen, pasen todos! ¡Vamos, rápido! ¡Hey! ¿Y vos no cruzás, Pedro? ¡Vamos, rápido que me voy! Me voy, listo, ¡chau!” –dijo el hombrecito verde, y desapareció.


Pedro no lo podía creer. Claro, nunca le había prestado tanta atención al semáforo de peatones. ¡Qué se iba a imaginar él que los muñequitos hablaban!
-¡Vamos! ¡Ahora es el momento! Vamos que los espero, crucen, crucen... Bueno... ¡Se acaba el tiempo! ¡Crucen rápido! ¡Chau, chau! ¡Me voy! –dijo el verde.
Toda la gente había cruzado ordenadamente y un señor miró a Pedro como preguntándole qué hacía que no cruzaba. Pero Pedro estaba tan entretenido con el hombrecito rojo que se quería quedar para charlar un rato más.
-¡Eh! ¿Todavía acá? Bueno, pero ahora no podés cruzar porque aparecí yo, charlemos de nuevo –dijo el rojo.
En ese momento, Pedro vio que venía un muchacho caminando apurado, sin ganas de esperar el semáforo.
-¡Eyyyy! ¡Pará! –gritó el muñequito rojo, pero el chico no lo escuchó y se largó a cruzar la calle.
¡No se imaginan el desparramo que se armó! Venían varios autos y, para no atropellar al muchacho, el primero frenó de golpe y los de atrás comenzaron a chocarlo ¡y se armó un lío bárbaro!
-¡Ayyy! ¡¡Viste que te dije!! –le dijo el muñequito rojo a Pedro, mientras desaparecía, para darle paso al verde.
-¡Uy! ¡Qué desastre! –dijo el verde-. ¡Por qué no esperó un poquito hasta que apareciera yo!


Pedro vio llegar las ambulancias, gente enojada, gente triste, autos rotos y el susto en la cara del muchacho que nunca se olvidaría de aquel día.
Los hombrecitos del semáforo siguieron haciendo su trabajo de aparecer, desaparecer y cuidar a las personas. Y aunque algunos todavía no les presten la atención que merecen, ellos siguen trabajando incansables para nuestra seguridad.

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