domingo, 24 de octubre de 2010

Actividad: "Vos, el tránsito y yo"


Resumen:


El tránsito es un sistema organizado, con normas que regulan la circulación, conformado por el hombre, los vehículos y el ambiente. Al trabajar en educación del transeúnte ponemos el acento en los sujetos como ciudadanos que circulan, independientemente de la forma que utilicen. A partir de aquí, podremos reconocer al sistema de tránsito como una construcción social.
Partiendo del nivel madurativo de los niños y el lugar donde viven, proponemos trabajar la idea de que el tránsito lo hacemos entre todos y que hay normas que lo regulan.


Objetivos

Que los alumnos logren:

  • Reconocer a las personas como partícipes y constructores del sistema de tránsito.
  • Comprender que hay normas que regulan la circulación.

Núcleos de Aprendizajes Prioritarios (NAP)

  • Iniciación en el conocimiento y respeto de las normas.
  • Sensibilización frente a la necesidad de cuidar y mejorar el ambiente social.

Descripción:


Primera etapa

Pregunte a los niños si saben qué son las señales de tránsito y si conocen alguna.
Explíqueles que las señales de tránsito son aquellos carteles colocados al costado de las rutas y calles -o elevados sobre el piso- que transmiten información útil para los conductores, peatones y ciclistas. Algunas nos indican qué cosas se pueden o no se pueden hacer, otras que tengamos cuidado porque puede haber peligro, y otro grupo nos informa sobre las calles, rutas, etcétera.
Imprima y muestre a los niños algunas señales que puedan llegar a ser conocidas por ellos, como por ejemplo: escolares, niños, pare, el semáforo, etcétera.


Dibujo de semáforo de peatones, señales de ceda el paso, pare, niños y escolares

Explíqueles qué indican las señales que les muestra, y que debemos respetarlas por nuestra seguridad y la de los demás, porque las señales, como las normas de tránsito, organizan la circulación en las calles.
Al trabajar en educación del transeúnte se pone el eje en la formación del ciudadano que transita. En esta línea, las normas de tránsito deben ser entendidas como una necesidad para la convivencia y no como decisiones ajenas.

Segunda etapa

Una vez que hayan tratado el tema de las normas como reguladoras de la circulación, proponemos trabajarlas desde el punto de vista de la convivencia.
Haga a los niños preguntas del tipo: ¿Para qué sirve el semáforo y por qué debemos respetarlo? ¿Por qué el conductor debe ir con cuidado cuando ve la señal de escolares? ¿Por qué hay que detener el vehículo, ya sea coche o bicicleta, ante la señal de pare? Qué sucedería si no respetáramos estas señales?
Puede explicarles que, así como en casa y en el jardín hay ciertas normas y costumbres que se deben respetar, en la calle también hay normas que son necesarias para convivir tranquilos y seguros con nuestros vecinos.
Proponga a los niños el juego de los errores. En el apartado Recursos encontrará una imagen que contiene algunas situaciones incorrectas del tránsito (cruces incorrectos de calles, niños corriendo en la calle, señales no respetadas, etc.)
Es importante que durante esta actividad se vaya creando un diálogo acerca de los errores y por qué son situaciones incorrectas, inseguras, y cómo establecer una buena convivencia en la comunidad.
Para seguir trabajando puede leerles el cuento: "El duende mágico".


Tercera etapa

Invite a los padres de los niños al jardín, para que los pequeños les cuenten lo que han aprendido sobre el tránsito, las señales y la necesidad de respetar las normas y entenderlas como una necesidad para la convivencia.
Pida a los padres que se agrupen de a 5, entregue una ficha de errores por grupo, y proponga que -con la ayuda de sus hijos- encuentren y marquen con un círculo las situaciones incorrectas en el tránsito. El grupo ganador, el que termine más rápido y haya encontrado todos los errores, deberá dar los motivos por los cuales esas situaciones son incorrectas y explicar cómo serían las correctas.  

Recursos:



Actividad: "Veo- Veo"


Resumen

Los transeúntes circulan de diversas formas; incluso un mismo transeúnte puede modificar su estilo de circulación según los momentos del día, las calles o según lo apurado que esté por llegar a destino. Las diferentes modalidades de circulación de los transeúntes influyen en el aumento o en la disminución de los riesgos de fricción que la circulación trae aparejados. Por eso, existen normas que regulan dicha circulación.
A través de esta propuesta los alumnos podrán explorar las diferentes modalidades de circulación de los transeúntes y su impacto en el tránsito.


Objetivos

Que los alumnos logren:
  • Reconocer la existencia de normas que regulan la circulación y apuntan a disminuir los riesgos.
  • Descubrir que las diversas modalidades de circulación de los transeúntes pueden aumentar o disminuir los riesgos.
Año escolar sugerido: Preescolar


Núcleos de Aprendizajes Prioritarios (NAP)

  • Manifestación de actitudes que reflejen el cuidado de sí mismo y de los otros,
  • Búsqueda del diálogo para la resolución de conflictos.
  • Puesta en práctica de actitudes que reflejen valores solidarios.
  • Conocimiento de hábitos relacionados con el cuidado de la salud, de la seguridad personal y la de los otros.

Descripción


Primera etapa

Proporcione a sus alumnos distintos dibujos o fotografías de situaciones de calle, como las siguientes:
  • un conductor en un auto;
  • un conductor en un colectivo;
  • un peatón en la parada de colectivos;
  • un auto parado sobre la senda peatonal;
  • etcétera.
Indíqueles luego que piensen en una frase para cada uno de esos personajes, y converse con ellos sobre los motivos por los cuales podrían haberse dicho esas frases.
Luego, usted podrá recuperar las modalidades de circulación de los chicos a través de preguntas como las que siguen:
  • ¿Por dónde se cruzan las calles?
  • ¿Dónde se debe esperar el colectivo?
  • ¿Qué cosas de las que hacés te parece que ayudan a que todos circulen?
  • ¿Qué cosas de las que hacés te parece que dificultan que todos circulen?

Segunda etapa

Luego de la charla, proponga a los chicos una salida con el objetivo de observar las conductas de los transeúntes durante un tiempo determinado en función de analizar qué actitudes ayudan o dificultan la circulación y por qué.
Para orientar la observación, es conveniente realizar una lista de aspectos como la que le proponemos:
  • Observar dónde esperan los peatones que cambie el semáforo para cruzar la calle y si respetan o no la indicación de los semáforos.
  • Observar dónde paran los autos cuando el semáforo está en rojo; dónde estacionan los conductores de autos y si respetan o no la indicación de los semáforos.
  • Observar las actitudes de la gente que camina: si se “atropellan” o no, si corren en la vereda, etcétera.

Tercera etapa

En la sala, proponga a sus alumnos una puesta en común de lo observado y luego analicen en conjunto las diferentes conductas en términos de los riesgos que implican o que evitan, según los casos.
A continuación, le sugerimos trabajar con los chicos el contenido de algunas normas existentes que regulan la circulación de los transeúntes. Un abordaje posible consiste en plantear la diferencia entre aquellas situaciones observadas para las que existen normas y aquellas para las que no las hay.
Actividad: “El cruce seguro”
Resumen
En el sistema de tránsito conviven peatones y conductores de vehículos de distinta índole, como camiones, colectivos, coches, motos, ciclomotores y bicicletas. Como peatón, respetar las normas de tránsito es la mejor manera de cuidarnos a nosotros mismos y a los demás, mejorando la convivencia en las calles.
Es muy importante que en el Nivel Inicial se trabaje con los niños la necesidad de respetar las normas de tránsito, como una manera de cuidar nuestra vida y la de los demás. En esta actividad, se presenta al semáforo y al semáforo peatonal como organizadores de la circulación, resguardo de la seguridad del peatón y los conductores.
Objetivos
• Reconocer la importancia de las normas de tránsito como organizadoras de la circulación vial.
• Conocer el significado de los colores del semáforo –y su ubicación– para una circulación segura. Conocer los riesgos a los que están expuestos los peatones ante el cruce incorrecto de calles.
Núcleos de Aprendizajes Prioritarios
• Conocimiento de hábitos y conductas relacionados con el cuidado de la seguridad personal y la de los otros.
• Iniciación en el conocimiento y respeto de las normas.


Descripción:


Primera etapa
Indague entre sus alumnos qué saben sobre el cruce de calles, si los dejan cruzar solos o si siempre lo hacen acompañados.
Según las respuestas que obtenga, haga hincapié en la importancia de cruzar siempre con un adulto y por la senda peatonal o esquina, mirando hacia los dos lados antes de hacerlo. Explíqueles que debemos cruzar siempre por las esquinas y que cruzar la calle a mitad de cuadra es peligroso, ya que los automovilistas pueden sorprenderse porque no esperan el cruce de un peatón allí.
Si realizan alguna salida educativa puede pedir a los niños que observen cómo se comportan las personas en la vía pública, cómo cruzan la calle y si reconocen algunas señales de tránsito.


Segunda etapa
Una vez que hayan trabajado acerca de la importancia de cruzar la calle junto a un adulto y por la esquina, introduzca el semáforo como indicador de cruce y organizador de la circulación vial.
Es muy importante que a través del trabajo con el significado de los colores del semáforo y del semáforo peatonal, los niños conozcan la ubicación de cada color. Esto se señala no sólo por los casos de daltonismo, sino porque, además, en algunos semáforos los colores son distintos: por ejemplo, en el semáforo peatonal la luz de avance puede ser de color verde o blanco.
Léales el cuento “El hombrecito del semáforo”. Luego, pídales a los niños que expliquen qué sucedió en el cuento, y de qué manera podría haberse evitado ese final.


Recurso:


            El hombrecito del semáforo
¿Vieron alguna vez a los hombrecitos del semáforo de peatones? Sí, esos que son rojos y verdes... Bueno, resulta que un día, Pedro iba a cruzar la calle, y uno de ellos...




Pedro estaba en la esquina muy atento mirando el semáforo para poder cruzar la calle, cuando de repente le pareció que el hombrecito rojo del semáforo le hacía un gesto.
“Me parece que comí muchas papas fritas y me cayeron mal”, pensó Pedro.
Miró otra vez, y se dio cuenta de que no tenía visiones, el hombrecito de arriba lo estaba llamando, y con el dedito diminuto le decía que se acercara.
“Debe andar mal el semáforo”, pensó Pedro, e intrigado se acercó para ver mejor. Entonces fue cuando el muñequito por fin le habló:
-Estoy muy aburrido, ¿no querés charlar un ratito?, dijo el muñequito.
Pedro abrió los ojos grandes como dos huevos...
“¡No lo puedo creer! ¡¡Me habla!! No, ya sé -pensó-, alguien me está haciendo una broma.” Miró para todos lados pero no había nadie por allí, solo él y el hombrecito rojo del semáforo.
-Dale, antes que venga el verde contame algo, Pedro –replicó el hombrecito rojo.
-¿Vos realmente me estás hablando a mí? –dijo Pedro.
-Sí. Ay, me voy, me voy, ¡chau, chau –y titiló hasta que desapareció.
Entonces se iluminó el otro, el verde, mientras gritaba a todos los peatones: –¡Vamos, vamos, pasen, pasen todos! ¡Vamos, rápido! ¡Hey! ¿Y vos no cruzás, Pedro? ¡Vamos, rápido que me voy! Me voy, listo, ¡chau!” –dijo el hombrecito verde, y desapareció.


Pedro no lo podía creer. Claro, nunca le había prestado tanta atención al semáforo de peatones. ¡Qué se iba a imaginar él que los muñequitos hablaban!
-¡Vamos! ¡Ahora es el momento! Vamos que los espero, crucen, crucen... Bueno... ¡Se acaba el tiempo! ¡Crucen rápido! ¡Chau, chau! ¡Me voy! –dijo el verde.
Toda la gente había cruzado ordenadamente y un señor miró a Pedro como preguntándole qué hacía que no cruzaba. Pero Pedro estaba tan entretenido con el hombrecito rojo que se quería quedar para charlar un rato más.
-¡Eh! ¿Todavía acá? Bueno, pero ahora no podés cruzar porque aparecí yo, charlemos de nuevo –dijo el rojo.
En ese momento, Pedro vio que venía un muchacho caminando apurado, sin ganas de esperar el semáforo.
-¡Eyyyy! ¡Pará! –gritó el muñequito rojo, pero el chico no lo escuchó y se largó a cruzar la calle.
¡No se imaginan el desparramo que se armó! Venían varios autos y, para no atropellar al muchacho, el primero frenó de golpe y los de atrás comenzaron a chocarlo ¡y se armó un lío bárbaro!
-¡Ayyy! ¡¡Viste que te dije!! –le dijo el muñequito rojo a Pedro, mientras desaparecía, para darle paso al verde.
-¡Uy! ¡Qué desastre! –dijo el verde-. ¡Por qué no esperó un poquito hasta que apareciera yo!


Pedro vio llegar las ambulancias, gente enojada, gente triste, autos rotos y el susto en la cara del muchacho que nunca se olvidaría de aquel día.
Los hombrecitos del semáforo siguieron haciendo su trabajo de aparecer, desaparecer y cuidar a las personas. Y aunque algunos todavía no les presten la atención que merecen, ellos siguen trabajando incansables para nuestra seguridad.

viernes, 22 de octubre de 2010

Para reflexionar...

¿Cómo y qué asimilan los niños sobre educación y seguridad vial?.


Comencemos partiendo de una premisa, los niños no son adultos en miniatura, los niños son personas en camino de desarrollarse y crecer, de ahí que se deben respetar sus tiempos y sus capacidades a la hora de educar, teniendo en cuenta las etapas evolutivas y el desarrollo cognitivo acorde a su edad.

Enseñar a un niño es una experiencia muy gratificante para los docentes y para los padres, o al menos debería serlo, porque es una oportunidad única de participar de su vida y compartir experiencias.
En lo que atañe a la educación vial habrá que tener en cuenta que el niño no es autónomo, depende de sus padres u otros adultos para circular por la vía pública y los padres tienen que entender que los niños los toman como modelos y copian de ellos actitudes e incorporan conocimientos.
Los niños hasta los siete años incorporan la mayoría de los hábitos, actitudes y valores que luego pondrán en práctica durante toda la vida, en esa etapa son muy receptivos y, si bien todavía son muy pequeños para aprender sobre normas y señales de tránsito, sí pueden incorporar nociones básicas elementales sobre educación vial.
De ahí que cualquier programa de Educación Vial a implementarse con niños hasta los siete años, deberá tener en cuenta lo siguiente:

Su evolución
Su inmadurez psicológica y física
Su desprotección frente a las condiciones del tránsito actual


Considerar que también es un peatón
Los niños perciben de manera diferente que los adultos el mundo que los rodea, lo perciben desde su desarrollo evolutivo limitado y desde características propias de la infancia, lo cual tiene influencia en su rol de peatón.

¿Cuáles son las diferencias en la percepción de los niños?

Los niños tienen una visión de "tubo", su campo visual es un tercio menor que el de los adultos; recién a los doce años aproximadamente, adquieren la maduración definitiva de su capacidad visual.
Esa limitación afecta su percepción de distancias, profundidad y movimiento. No perciben los niños de la misma manera el avance de un animal hacia ellos que el de un automóvil ¿por qué? porque el animal mueve patas, cola, lengua al avanzar; los niños visualizan eso y perciben su acercamiento, mientras que un automóvil no se deforma a medida que avanza y los niños no puede percibir su movimiento.
Su campo visual es más estrecho que en el adulto y tienden a concentrarse en un solo punto, lo cual les impide también percibir los movimientos del tránsito.
La anatomía de su oído se concentra en un solo lugar, a diferencia del adulto, donde los componentes del oído están más separados unos de otros.
Al escuchar un sonido, los niños centran su atención en el lado opuesto de la señal emitida, porque los canales por donde entra el aire son más estrechos y pequeños, necesitando de la percepción visual para determinar la dirección de donde proviene el sonido. Esta forma de percepción los expone a muchos riesgos en el tránsito.
Su inmadurez psicológica hace que respondan a estímulos sin advertir el peligro, como tampoco pueden analizar situaciones en las que puedan quedar inmersos.
Son también inmaduros sus reflejos, careciendo de habilidad, fuerza muscular y coordinación de movimientos que son necesarios para salir de diversas situaciones en la vía pública; basta con verlos jugar de manera concentrada sin atender a lo que sucede a su alrededor para comprobarlo.
Carecen de la capacidad de análisis que sí poseen los adultos, no pudiendo identificar situaciones peligrosas en el tránsito ni relacionar varias circunstancias para decidir qué hacer. Ejemplo: cuál es el lugar y el momento más adecuado para cruzar la calzada.
Frente a la situación siempre cambiante del tránsito no puede prever circunstancias riesgosas o calcular el tiempo y el espacio necesarios para ejecutar ciertas acciones en el tránsito.
Debido a su corta estatura tienen dificultades para ver por encima del capot de los vehículos y también para ser vistos por los conductores. Un momento de especial peligro es a la salida de la escuela, ya que los niños tienen la sensación de que cuando se retiran de la escuela, lo hacen de un ámbito controlado, quedando librados a sus impulsos, sin controles de los adultos. Ahí es cuando pueden surgir estímulos que los impulsen a exponerse a peligros, dentro de los cuales está la posibilidad de un accidente vial.
Teniendo en cuenta los factores citados, la enseñanza de la educación vial deberá estar relacionada con su entorno inmediato, su rol como peatones y la presentación de casos prácticos vinculados con su vida diaria por ejemplo, tiene que aprender que en el ambiente donde se mueven hay señales de tránsito que los orientan y ayudan y también a asimilar normas básicas de circulación.
Conocer su entorno habitual equivale a que sepan cuál es su domicilio, el de su escuela y el de sus familiares más cercanos, como así también el domicilio del trabajo de sus padres, los comercios que rodean su hogar y a los que habitualmente concurre y también cómo llegar a su casa, si tiene que cruzar avenidas y calles, saber cuáles son, si hay señales, semáforos y también si hay mucho o poco tránsito por esas calles.
Con respecto al semáforo, una de las principales señales de tránsito, es prioritario que aprendan el significado de sus colores y la identificación de las figuras del semáforo peatonal. También que reconozcan y estén atentos a las salidas de vehículos, las señales de peligro y otras que son útiles para orientarse.
Aprender normas básicas de circulación equivale a que sepan escuchar y mirar a ambos lados antes de cruzar una calle, cruzar por los lugares donde pueda ser más visible para los conductores, cruzar en las esquinas caminando, ni corriendo ni saltando (y menos aún cruzar en diagonal), girando bien la cabeza para ver con claridad si se acerca algún vehículo.
Lo más complicado será que aprendan a diferenciar las distintas señales que indican peligro, prohibición u obligación, lo cual se puede ir incorporando a través de dibujos de esas señales y reforzando la actividad con una recorrida por las calles para que vean las señales de tránsito.
Otra actividad que recomiendan los psicopedagogos es que se trabaje en clase asociando las formas de las señales con objetos y tener en cuenta que según su edad, los niños comprenderán o no las señales escritas.
Algo que se considera de vital importancia es que la escuela se relacione con los padres y que éstos participen en las actividades que los niños realizan: el dibujo, los paseos y las clases, porque ellos son el espejo donde los niños se ven reflejados; sus actitudes los influenciarán negativa o positivamente, si éstos se muestran coherentes en el tránsito influirán en la forma de conducción futura de los niños ayudando a reducir el riesgo de accidente.
Cuando se implementa Educación Vial para niños, hay que tener en cuenta también que se está educando al futuro ciudadano, de ahí que se debe prestar atención a su seguridad pero, a la hora de enseñar normas, también habrá que tener en cuenta el agregado de valores como:

Obediencia
Respeto
Solidaridad
Comprensión
Compromiso
Tolerancia
Responsabilidad


Indudablemente la Educación Vial desde la niñez equivale a tener en cuenta la suma de factores que influyen en el comportamiento en la vía pública, desde los valores y actitudes que se ponen en juego hasta el reconocimiento y apropiación de las normas de tránsito. Toda tarea que se encare en este sentido tiene la función de educar para la prevención.




Fuente: Grupo Asegurador La Segunda

jueves, 21 de octubre de 2010





ACTIVIDAD:  "EL DUENDE MÁGICO"
Resumen
Conocer las señales de tránsito a esta edad –y a cualquier edad– no es muy valioso si no se atiende a su valor social y a la importancia de respetarlas.
Esta actividad introduce la noción de la utilidad de las señales de tránsito en la ciudad, y la importancia de su cumplimiento para la convivencia social.
Objetivos
Que los alumnos logren:
* Descubrir la existencia de normas de tránsito como reguladoras de la convivencia social.
* Conocer el significado de las luces del semáforo como elemento de seguridad para el peatón.
Núcleos de Aprendizajes Prioritarios (NAP)
* Iniciación en el conocimiento y respeto de las normas
* Conocimiento de hábitos relacionados con la seguridad personal y la de los otros.
Descripción
Pregunte a sus alumnos si han visto en la calle distintos carteles –señales de tránsito-, por qué creen que están allí o para qué sirven.
Luego de este diálogo, léales el cuento “El duende mágico”, que se encuentra en el apartado
Recursos.
Al finalizar, comente el cuento con sus alumnos y dialoguen acerca de la importancia de las normas de tránsito como reguladoras de la circulación, mencionando el semáforo para peatones.
Explíqueles el significado de los colores del semáforo peatonal, haciendo hincapié en la seguridad de cada uno.
Puede buscar y mostrarles las señales más significativas para ellos, como las que indican la presencia de escolares y las que aparecen en el cuento “El duende mágico”.
Pida a sus alumnos que dibujen la parte del cuento que más les gustó.





CUENTO:   El duende mágico
Cuéntase que un día, mientras Pedro caminaba por la plaza, encontró una cajita de color
plateado que tenía muchos dibujitos raros, dibujos que Pedro nunca habría imaginado.
Calladito e intrigado en un banco se sentó, y despacito y con cuidado la tapita le abrió.
¡Cuál no fue su sorpresa cuando de la cajita un duende se asomó! Inmediatamente al
piso saltó, y con un pase mágico de tamaño aumentó.
–¡Hola mi buen amigo! ¡Qué salvación! De estar encerrado ya me había cansado. ¿Qué
mundo tan extraño es este que no lo conozco yo?
Este
es mi mundo, ¿y vos de dónde sos?
Vengo
del mundo mágico y busco diversión, de tanto estar encerrado, ahora quiero
mucha acción...

E inmediatamente después, con pasitos cortitos, y algún saltito, de la plaza huyó.
Pedro quedó sorprendido, pero enseguida reaccionó, y tras el duende en fuga, corriendo
salió.
¡Cuando vio lo que hacía ese duende burlón...! ¡Ponía todos los carteles patas para
arriba, los conductores no entendían nada y el lío entre los autos no terminaba nunca! A
los semáforos de la esquina, a todos le cambió el color: violeta, azul y naranja; gris,
celeste y marrón. La gente nada entendía, todos gritaban, corrían, los autos tocaban
bocina. Pedro, desesperado, y el duendecito seguía contento, saltando de aquí para allá.
La ciudad era un caos, los autos no sabían qué hacer: continuar, parar, algunos miraban
los carteles con curiosidad, otros escapaban gritando sin parar, nadie entendía nada.

En eso y en medio del samborombóm, un personaje apareció. Su nombre es Merlín, con
capucha y bastón, y seriamente a Pedro se dirigió:
–¿Qué es lo que está pasando? ¿Cómo es que se escapó? –dijo Merlín.
Yo
encontré una cajita y le abrí la tapita, salió y ya no paró. –contestó Pedro.
A
ese duende travieso, ya le voy a enseñar que este es un mundo distinto, y que él no lo
puede cambiar –acotó Merlín.
A lo que Pedro contestó: Él
no tiene mala intención, sólo lo hace por diversión.
Entonces Merlín se adelantó, tan poderoso, que el pobre duendecito muy quietito se
quedó. El mago levantó de pronto su vara, y las palabras mágicas pronunció.
Mágicamente todo volvió a la normalidad, los colores el semáforo volvió a recuperar:
rojo, amarillo y verde, como tienen que estar. Los carteles de seguridad a su anterior
forma por suerte volvieron a estar, y los del duende desaparecieron sin llorar.

–Mejor es que aprendas cómo funciona este mundo. Pedro te puede mostrar todo este
lugar, para que sepas que las cosas no están por estar, que todo tiene importancia y es
por nuestra seguridad.
Merlín se fue caminando y el duende con Pedro quedó, mirándolo con ojos grandes,
aprender le pidió. Entonces Pedro, contento, se dispuso a enseñar, y juntitos se fueron a
recorrer la ciudad.
Pedro:
¿Ves esas luces de colores?

Duende: ¡
Son para jugar!
Pedro: ¡
No! Son para avisarte cuándo podés cruzar. Si cruzás en cualquier momento un
accidente podés causar. Mejor es esperar un poquito nada más. Cuando el semáforo está
verde tranquilo podés pasar, pero cuando se pone rojo ¡sí o sí hay que esperar!
Duende:
¿Y cuándo está en amarillo?
Pedro: Es
cuando hay que prestar atención y mirar, porque nos avisa que muy alerta
debemos estar.
Duende:
¿Y si cambiamos el color?
Pedro: ¡
No! ¿No viste lo que pasó? La gente conoce el mensaje, porque conoce cada
color.
Duende: Y
frente a ese cartel, que dice “Pare”, ¿tengo que parar y no caminar nunca
más?

Pedro: No,
los conductores tienen que parar, mirar hacia ambos lados, y si nadie viene,
pueden continuar.
Duende: Y...
a este señor tan serio yo lo cambié por un poco más de color, una imagen
mía sonriendo con una flor.
Pedro: Sí,
pero eso no puede ser, porque ese cartel debe a las personas informar sobre
ese determinado lugar.
Duende:
¿Y qué es ese lugar?
Pedro: Es
donde podemos encontrar a los señores encargados de velar por nuestra
seguridad.
Y siguieron caminando, Pedro hablando y el duende escuchando.
Andando y andando llegaron a la plaza, y allí se sentaron, en un banquito cercano.


¿Te gustó lo que aprendiste? –preguntó Pedro al duende.
Claro
que me gustó, ahora entiendo cómo viven los humanos. ¡Con tantos autos y tanta
gente se tienen que organizar, y para ello reglas tienen que inventar! –dijo el duende.
¡
Así es!, ¡tal cual!, ¡qué bueno que lo aprendiste, para no hacer nada mal! –contestó
Pedro.
Sí...
aunque me gustaría a mi mundo regresar. Esto es lindo, pero prefiero bajo mis
árboles pasear. –comentó el duende.
Pedro quedó pensativo, ¿cómo podría ayudar?... Pero en ese momento, justo en ese
momento, volvió a aparecer Merlín, y sonriendo se acercó y al duende le preguntó:
–¿Cómo estás mi duendecito? Del castigo de la caja saliste solito, la oportunidad la
tuviste y bien lo cumpliste. Tanto has aprendido que el castigo quedó cumplido.
Ahora... ¿te gustaría estar en estos momentos en tu hogar? Si querés para allá te puedo
llevar.

Ni lerdo, ni perezoso, el duende se levantó, sonriendo le dio las gracias... y de Pedro se
despidió. Entonces, Pedro vio asombrado al mago allí parado, abriendo una puerta
mágica y secreta hacia el mundo encantado, por la que salieron ambos con una sonrisa
en los labios saludando.
Y esta historia de tránsito y magia ya se está terminando. ¡Colorín colorado, este cuento
se ha acabado!